Visitar Île-de-France

Antes de perderse por los sorprendentes pueblos de la región, no olvide, por supuesto, visitar París, la capital del país. La Ciudad de la Luz está repleta de monumentos imprescindibles: la Torre Eiffel, el Museo del Louvre, la Basílica del Sacré-Coeur, el Arco del Triunfo, la Catedral de Notre-Dame, los Jardines de las Tullerías, el Panteón y muchos más.

No se pierda un paseo por el sublime Valle de Chevreuse, un verdadero tesoro de verdor enclavado en el corazón del primer parque natural regional de la Île-de-France. Embárquese en una aventura de encanto insospechado: el "promenade des petits ponts" a orillas del Yvette. Su recorrido le llevará hasta la Granja Coubertin, pero también a antiguos lavaderos y secaderos de pieles. Mientras pasea, no pierda de vista los 22 encantadores puentecillos que encontrará por el camino. De piedra, de metal, antiguos, modernos o decorados con flores, todos tienen algo que le encantará. Si le apetece algo más deportivo, le invitamos a subir hasta el majestuoso Castillo de la Madeleine, con sus impresionantes vistas panorámicas sobre el valle.

En Seine-et-Marne, esta joya medieval declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO rebosa de tesoros del pasado, como excepcionales monumentos medievales, murallas restauradas, calles adoquinadas y casas con entramado de madera. Tras visitar la simbólica Tour César y los monumentos históricos del barrio de Châtel, explore la parte baja de la ciudad entre casas antiguas y canales. Si le gustan las aventuras, puede sumergirse en el laberinto de pasadizos subterráneos llenos de tiza. No olvide entrar en las sublimes salas abovedadas de la Grange aux dîmes. Otro lugar imperdible es la Roseraie, un remanso de paz rodeado de pequeños puentes y zonas arboladas.

Fuente de inspiración de numerosos pintores famosos como Théodore Rousseau, Jean-François Millet o Díaz de la Peña, Barbizon cuenta con el Auberge Ganne, donde se alojaron estos artistas, y el Musée des Peintres de Barbizon. Aquí podrá descubrir sus obras, bañadas en la atmósfera del lugar en aquella época. ¿Tiene sed? Tómese su tiempo para saborear una bebida fría en L'Esquisse, café, hotel y, sobre todo, museo gratuito. Tras una visita al museo Jean-François Millet, haga un recorrido por los pintores de Barbizon en plena naturaleza. Esta es su oportunidad de contemplar los paisajes que inspiraron a los paisajistas ^{del siglo XIX}. Al final de la calle principal del pueblo, hay un acceso directo al bosque, que ofrece numerosos paseos y excursiones.

Milly-la-Forêt debe su renombre histórico a la herboristería y al cultivo de plantas medicinales y aromáticas. El Conservatorio Nacional es un vivero, jardín botánico y centro agronómico que ofrece un recorrido sensorial por más de 1.500 especies vegetales. Una visita que recupera conocimientos ancestrales. También es una oportunidad para abastecerse de menta piperita de una calidad excepcional. A lo largo de los siglos, numerosos pintores, escritores y escultores, como Niki de Saint-Phalle, Jean Tinguely o Jean Cocteau, han venido a sumergirse en el pintoresco entorno de la ciudad, convirtiéndola en su destino de vacaciones favorito.

¿Otra ventaja? Su proximidad al bosque de Fontainebleau y su pertenencia al Parque Nacional de Gâtinais. Si le gusta la aventura, hay un circuito de escalada de árboles que le llevará por el bosque.

Ciudad real enclavada en el corazón de 17.000 hectáreas de bosque, Fontainebleau alberga el majestuoso castillo del mismo nombre, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El "verdadero hogar de reyes, la casa de los siglos" -según Napoleón- ha visto pasar por sus pasillos y 1500 habitaciones a los más grandes duques y soberanos desde el siglo ^XII hasta ^{el XIX}. Cerca de esta residencia imperial, tómese su tiempo para pasear por las callejuelas de Fontainebleau, donde se encontrará con más de 400 comerciantes artesanos. Su animado mercado, su soberbia iglesia ^{del siglo XVII}, su suntuoso teatro y sus numerosas terrazas de cafés la convierten en una de las ciudades con más encanto de la región. Capital del caballo, Fontainebleau es también un destino de ensueño para los aficionados a la equitación.

Déjese seducir por una de las mejores obras maestras arquitectónicas del siglo ^XVII: el majestuoso castillo de Vaux-le-Vicomte, situado en Seine-et-Marne. Este tesoro del patrimonio francés, que se extiende a lo largo de 4 km, inspiró incluso el Castillo de Versalles. Desde los primeros escalones de la escalera, le sorprenderá la delicadeza de su fachada esculpida con ardillas, emblema de Fouquet, y sus vistas a los jardines.

Su jardín formal de 33 hectáreas es una auténtica obra maestra por derecho propio: los senderos para pasear, las estatuas, incluida la estatua dorada de Hércules, las fuentes y estanques, los majestuosos árboles y las arboledas llenas de flores proporcionan un marco idílico para paseos interminables.