Visite Occitanie

Antaño capital de las Terres d'Oc y del próspero Pays de Cocagne, la Ciudad Rosa es hoy una metrópolis en movimiento. Encontrará un encanto intemporal en sus calles y plazas. Sus iglesias son especialmente refinadas, empezando por la de los Jacobinos, verdadera obra maestra del arte gótico. La basílica de Saint-Sernin, también de ladrillo y piedra, es de visita obligada, y no sólo para los peregrinos de todo el mundo. A continuación, desvíese hacia el magnífico Hôtel d'Assézat, de estilo renacentista, que alberga la colección de arte de la Fondation Bemberg. Por último, al caer el sol, pasee por las orillas del Garona, admirando los campanarios y fachadas neoclásicas de los quais rosir, no lejos del Port Viguerie.

Una roca milagrosa, un conjunto de historias, creencias y leyendas, un lugar de peregrinación y el santuario de la Virgen Negra: Rocamadour es todo esto en uno... Construido al borde de un escarpado acantilado de 150 metros de altura, este pueblo de impresionante belleza ofrece una panorámica de 360 grados del cañón del Alzou. En lo alto de la gran escalinata, su magnífica ciudad religiosa, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, está dominada por la torre del homenaje del castillo y sus siete santuarios, llenos de anécdotas y tesoros escondidos. Una vez terminada la visita, diríjase a las murallas, donde podrá admirar el Bosque de los Monos y la Roca de las Águilas (Rocher des aigles), donde se crían las aves rapaces.

Montpellier, capital oficiosa del Languedoc, es una metrópoli dinámica y vibrante, en la que se mezclan alegremente barrios antiguos y otros decididamente contemporáneos. Entre la plaza de la Comédie y el arco de triunfo de Peyrou se extiende el casco antiguo de la ciudad, un laberinto de callejuelas estrechas y sinuosas en el Ecusson, típico de las ciudades medievales. A continuación, diríjase al Museo Fabre, uno de los más importantes de Europa, cuyas excepcionales colecciones incluyen una treintena de obras de Pierre Soulages, el maestro del "outrenoir".

Sète es una ciudad portuaria que debe su reputación no sólo a los canales que la atraviesan, sino también a los numerosos poetas y artistas que ha producido, desde el escritor Paul Valéry hasta el cantautor Georges Brassens, enterrado aquí, y la cineasta Agnès Varda.

El Vieux Port, corazón palpitante de la ciudad, cuenta con canales flanqueados por fachadas de colores, puentes, barcos de recreo y viejos veleros. Restaurantes y terrazas bordean el Canal de la Marine antes de dirigirse hacia el extremo Sud, protegido por la Môle Saint-Louis, notable edificio construido en 1666. A menos que prefiera las playas de Lazaret y Villeroy, donde es ideal darse un chapuzón en verano. El Quartier Haut, donde viven pescadores y artistas, es más tranquilo pero no menos pintoresco.

Siga los pasos de los condes del Rosellón, señores catalanes y conquistadores aragoneses que han luchado encarnizadamente por la ciudad de Perpiñán a lo largo de los siglos. Orgullosa y soleada, la ciudad conserva sorprendentes huellas de su tumultuoso pasado. Descubra el suntuoso Castillet y sus calles medievales pavimentadas con mármol rosa, de clara influencia catalana, antes de desviarse hacia la bonita Venus de la plaza de la Loge. Al norte, la Catedral de San Juan Bautista se reconoce por sus muros de cayrou, no lejos del imponente Palacio de los Reyes de Mallorca, de arquitectura románica y gótica, que ocupa toda la colina del Puig Del Rei y ofrece unas vistas inmejorables de la costa.

En cuanto a la estación de Perpiñán, comparada con el "centro del mundo" por Salvador Dalí en 1965, es el lugar ideal para coger un TER hasta Bourg-Madame, el último pueblo francés antes de la frontera española. Una vez allí, puede tomar el famoso Train jaune hasta Villefranche-de-Conflent.